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El papá de las jóvenes que fallecieron por COVID asegura que “sólo falta una firma para poder jubilarme”

Vale recordar que José Güida tiene 59 años, es el papá de Aldana y Marina - las jóvenes que fallecieron por Covid -19 en Concordia – y debe hacerse cargo de sus nietos de 6 y 11 años. Para ello pide jubilarse como guardavida.

15 de Mayo de 2021
Güida cuando recibió un reconocimiento como guardavida.
Güida cuando recibió un reconocimiento como guardavida. Foto: FOTO DE ARCHIVO

En contacto con Diario Río Uruguay, “Chiquito” contó que “desde los 22 años soy guardavida del municipio y también trabajé en la cosecha de la fruta, pero ya hace dos años que no me toman por la edad que tengo: con 59 parece que ya no existís”.

 

“Mi jubilación ya se inició, están todos los trámites hechos pero la Municipalidad se ha negado a firmar la planilla de reconocimiento de años; es decir que lo único que falta es una firma del señor intendente”, puntualizó. Subrayando que “somos 11 guardavidas los que estamos por jubilarnos”.

 

Jubilación normal versus jubilación express

 

 

Guida explicó que “es una decisión política, para que firmen y es por ley; porque el guardavida se jubila en Nación a los 50 años, con 25 temporadas: yo tengo 38 temporadas”, detalló.

 

“Desde el municipio sellaron la planilla de reconocimiento de años pero no la firmaron, entonces la Caja de Jubilaciones volvió para atrás todo”, aseveró. Subrayando lo incoherente de que ese organismo provincial “cuando quiere hacer una jubilación, la hace enseguida y por valores que en mi vida voy a ver”; haciendo obvia mención al trámite express del ex vocal del Superior Tribunal de Justicia (STJ), Emilio Castrillón.

 

Situación desesperante

 

 

José no sólo tuvo que soportar los recientes fallecimientos de sus hijas o el tener que afrontar la crianza de sus dos nietos; sino que además tiene a su mujer internada por COVID.

 

“Mi señora es paciente diabética, no puede trabajar y está en el Masvernat”, explicó. Subrayando que “no tengo nada, el 30 de abril terminó mi contrato y he vivido con lo que he podido, vendiendo empandas, pizzas, tenía una moto, hacía mandados pero me mandaron al barrio Fátima y me pusieron una pistola en la cabeza: perdí la moto, el celular”.

 

“No pido otra cosa que jubilarme, según dice la ley”, espetó.

 

 

 

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